Carmín: pintar con sangre de pulgones
El nombre ‘carmín’ procede probablemente de la palabra árabe ‘Chamra’, que significa rojo y de la cual derivan palabras como ‘carmesí’ y el inglés ‘crimson’. El rojo oscuro era conocido por su mala resistencia a la luz y, por ello, no es hasta el siglo XVIII que se empieza a utilizar como pigmento lacado en el arte plástico. Aunque, antes de nuestra era, el carmín ya era utilizado para teñir textil por los egipcios, los griegos y los romanos. Extraían el colorante de la cochinilla que vivía en el roble kermes. En la Edad Media, se introduce el término ‘rojo escarlata’. Por su alto precio, sólo los más ricos –los clérigos, los monarcas y otros nobles-, podían permitirse túnicas y mantos de rojo carmín.
Rojo español
Cuando, en el siglo XVI, los conquistadores españoles conquistaron México, vieron que las vestimentas y el maquillaje de los Aztecas eran de un rojo más rojo de lo que cabía en su imaginación. Era un colorante que extraían de la cochinilla que vivía como parásito en los cactus de Nopal. España vio posibilidades para comercializarlo y transportó grandes cantidades del ‘rojo español’ hacia Europa. Para conseguir un kilo de colorante se necesitaban 150.000 pulgones, por lo que se instalaron grandes plantaciones de cactus Nopal. Eso, no obstante, no tuvo repercussion en la bajada del precio del precio del carmín. Al contrario, los españoles mantuvieron en secreto la procedencia conservando, así, el alto precio, que incluso llegó a asemejarse al del oro.
Durante mucho tiempo, otras potencias sólo pudieron especular sobre la procedencia del carmín, pero con la llegada de cada vez más conquistadores, al final, la fuente quedó al descubierto. Pero no será hasta el siglo XIV, momento en el que se quiebra el monopolio español, cuando resulta que los cactus de Nopal crecen excepcionalmente bien en otros países de Suramérica, en Indonesia y en las Islas Canarias.